Decir que la situación que estamos viviendo en Correos es surrealista, sería como referirse a Filomena con el calificativo de "nevadita". La ciudadanía, posiblemente, ni se imagine el grado de caos generado por la inoperancia y el desamparo de una Directiva que nos considera a los trabajadores poco más que, como diría Silvio Rodríguez, "un amasijo hecho de cuerdas y tendones".
Ha quedado patente que la desastrosa gestión de la pandemia del COVID-19 no es la excepción, sino la norma. Y es que el concepto "prevención" en Correos es un paquete extraviado. La Agencia Estatal de Meteorología anunció con una semana aproximada de antelación lo que estaba por venir. Había tiempo para diseñar un dispositivo preventivo de seguridad y ponerse manos a la obra para afrontar el temporal.
Sin embargo, mientras en Madrid el viernes, a partir de las 18 horas, se activaba la alerta roja del Protocolo de actuación por meteorología adversa, la Dirección de Correos decidió -sobre la marcha y hacia las 20 horas de la noche- interrumpir de forma abrupta la actividad. Lo que devino de tal actuación fueron unas consecuencias catastróficas.
Hablamos de personas atrapadas durante muchísimas horas en la carretera (con la carga física, psicológica y la ansiedad generada por la situación), compañeros sin posibilidad de retornar a sus domicilios por falta de transporte que tuvieron que ser socorridos por otros trabajadores en sus vehículos. Para abandonar las instalaciones, muchos tuvieron que arriesgarse a sufrir un accidente al conducir sobre el helado asfalto. Gracias a operarios de Correos Exprés, filial perteneciente al Grupo Correos, hemos sabido que ellos fueron enviados a casa a las 21 horas del mencionado viernes. Una fotografía de cómo están las cosas: a una hora de bajar otra planta más en el sótano de la precariedad.
Desde entonces, la bola de nieve (nunca mejor dicho) no ha hecho más que crecer. Durante el fin de semana la Directiva guardó un sepulcral silencio hasta que el domingo apareció en prensa información filtrada desde Correos sobre las supuestas medidas adoptadas. Un intento de proyectar una sagaz acción preventiva, para cubrirse de la presión sindical y la exigencia por parte de la plantilla de una comunicación oficial sobre el estado de las cosas y las actuaciones a seguir. Es lo mínimo que nos merecemos quienes cada día movemos la rueda de esta y todas las empresas.
Llegó el lunes y lo poco que se sabía era que fuera a trabajar quien pudiera. Telefónicamente, la empresa informó a las organizaciones sindicales que no habría descuentos, tras reclamar durante todo el fin de semana comunicación pública y fiable. Hacia las Jefaturas, la Dirección Provincial, deslizó unas pocas instrucciones deslavazadas y carentes de concreción, que fueron remitidas por éstas hacia algunos compañeros vía Whatsapp.
Ver para creer: la mayor empresa pública de España, transmitiendo instrucciones en medio de un temporal histórico, sin garantizar ni mostrar interés por la recepción de información oficial y adecuada por parte de todo el colectivo. Han cargado sobre la plantilla la búsqueda y transmisión de la escasa información disponible y sobre la parte sindical la presión de intentar atender -como buenamente hemos podido- dicha demanda. También en esto, nos ha tocado a los de siempre sacar el trabajo adelante.
Sobre la ambigua "consigna" lanzada desde arriba, en cada lugar se ha operado de una manera. Y el resultado ha sido el único que cabía esperar: compañeros que acudieron a sus centros pero no pudieron acceder por falta de un responsable para abrir, otros llegaron y de manera inmediata fueron enviados de vuelta a sus domicilios al no haber carga de trabajo ni poderse desarrollar debido a las condiciones meteorológicas, etc. Como también era previsible, en el trayecto se produjeron numerosos golpes y accidentes graves (hablamos de tener que pasar por quirófano), contribuyendo, además, al desbordamiento de las urgencias hospitalarias por caídas y desprendimientos de nieve.
En el transcurso de los días hemos vivido en un constante "minuto y resultado", con informaciones cruzadas, medias verdades y falta de certeza. Mientras la empresa ha intentado pisar el acelerador en todo momento, dándose abusos y amenazas de algunos mandos intermedios para forzar la incorporación de compañeros o que salieran a reparto, desde la plantilla brotaba la reivindicación de cerrar Correos hasta que las condiciones permitieran retomar el trabajo de forma segura y el resto de servicios fundamentales se encuentren operando con normalidad. Difícil plantear una postura de mayor sentido común, ese que está visto que no compartimos con los que viven en la cúspide de las empresas y de la sociedad en general.
Resulta evidente, que si en algo es líder Correos, es en generar problemas de todo tipo, incertidumbre y estrés a sus trabajadores, debido al autoritarismo y la gestión negligente por parte de la Dirección y buena parte de las Jefaturas. Ante cada acontecimiento que tiene lugar, todo es siempre caótico y suele abordarse de forma lesiva para la plantilla.
Parece, cada vez más, un ejercicio de dominación sobre los trabajadores. Una apropiación indebida no solo dentro del horario laboral, sino también fuera del mismo. Nos han forzado a vivir desde hace días atados al teléfono, generándonos estrés permanente, así como angustia y quemazón. Es psicológicamente muy difícil trabajar en una empresa que nos pasa la apisonadora por encima 365 días al año.
La lógica privada que ellos han introducido en cada ámbito, supone un peligro, total irresponsabilidad y desprecio absoluto hacia los trabajadores. Ahora más que nunca, la plantilla estamos siendo la parte sensata, poniendo la seguridad y la protección de todos en primer lugar. Si ellos son el látigo, nos toca ser la maza.
Mario Murillo (@MarioMurilloPTD) Trabajador de Correos y sindicalista
FUENTE: https://blogs.publico.es/voces-de-la-precariedad/2021/01/14/declaren-a-correos-zona-catastrofica/