Gastos militares para políticas de salud pública y sanidad. Contra la guerra y el militarismo
La guerra de Ucrania y las presiones de la OTAN han provocado en todos los países de nuestro entorno, un incremento del gasto militar, la ruptura de las cadenas de suministro tradicionales, y el brutal incremento de los costes energéticos alternativos, arrastrando a Europa a una profunda depresión industrial. Esta situación,en la que los principales beneficiarios son los dos imperios en lucha, está provocando el rearme de los Estados, con el consiguiente incremento del gasto militar, acompañado de una reducción del gasto social, lo que está acelerando aún más el deterioro de los “servicios públicos”.
En lo que respecta al Estado español, nuestro sistema sanitario, muy debilitado tras dos décadas de privatizaciones y la nefasta gestión realizada durante la crisis del Covid, se resiente en todos los territorios. Durante la primera ola, en pleno confinamiento, el Gobierno elevó a la categoría de héroes a los sanitarios, azuzó los aplausos de las tardes, y hasta anunció la posibilidad de blindar la sanidad en la Constitución. Poco después PP, Unidas Podemos y PSOE aprobaron en el Parlamento el Acuerdo de Reconstrucción de la Sanidad. Hoy sabemos en que consistían las promesas y los acuerdos: cierre de centros, abandono de las zonas rurales y de los barrios marginales, precarización aún mayor de los profesionales, listas de espera en máximos históricos, graves retrasos en la atención a los pacientes más vulnerables, colapso de la atención primaria, pacto de silencio frente a la situación de las residencias y la masacre de los ancianos, sobremortalidad que ninguna institución quiere estudiar, etc.
Mientras esto ocurre, en medio de la peor crisis social en décadas, con niveles de inflación desconocidos desde hace 30 años, el “gobierno de izquierdas” se ha aliado hasta con la extrema derecha, para financiar con nuestros impuestos armas para atizar la continuidad de la guerra. Sus organizaciones satélites han cerrado filas, y con el cinismo que les caracteriza, mientras con la mano izquierda movilizan a la población reclamando “sanidad pública”, con la derecha no solo ocultan las causas y los responsables del deterioro sanitario, sino que callan ante el brutal incremento del gasto militar para alimentar la carnicería de jóvenes ucranianos y rusos que se está llevando a cabo1. Para no romper el consenso, hasta el Borbón Felipe VI acaba de hacer un llamamiento al rearme y al aumento de la inversión militar, mientras no pide lo mismo para evitar la quiebra del sistema sanitario para poder garantizar una atención sanitaria digna de la población.
Están claras las prioridades del “gobierno de izquierdas”. Frente a los 10.000 millones de € anunciados para el paquete anticrisis, se presupuestan 48.000 millones de € para gasto militar. Gasto militar que se debería dedicar a rescatar el sistema, reforzando los centros de gestión directa del Sistema Nacional de Salud (SNS), sin que un solo euro acabase en manos de las decenas de empresas que parasitan el SNS. Esa cantidad supone mucho más que el gasto anual en sueldos de los trabajadores del SNS (35.000 millones de €/año). Dinero con el que se podría contratar durante los próximos 5 años a 100.000 médicos y 100.000 sanitarios más, en lugar de expulsarles del país tras haber invertido en su formación cientos de miles de euros. En la misma línea, se destinarán a la investigación militar cinco veces más fondos que a la investigación sanitaria.
Prácticamente todo el arco parlamentario ha elegido avanzar en la destrucción de los sistemas de protección social (sanidad, pensiones, educación, atención a los mayores, etc.) mientras alimentan la guerra entre dos bloques imperialistas.
Bloques que, por otra parte, mantienen un número desconocido de laboratorios de guerra biológica, cuando cada vez hay más sospechas de que alguno de ellos ha podido tener algo que ver con la pandemia. Lo sensato en base al interés general, es exigir la prohibición mundial de estos laboratorios y de los experimentos de ganancia de función, y dedicar esos recursos, por ejemplo, a atender las necesidades más urgentes de la población de los países exprimidos.
Ambos bloques coinciden también en la explotación y la represión de sus propias poblaciones, y en la defensa del mantra del crecimiento ilimitado en un planeta con recursos finitos, modelo que nos está llevando hacia el colapso como sociedad. Y esta confrontación por los cada vez mas escasos y menos accesibles recursos energéticos y minerales, es la que ha acelerado la crisis ecosocial en la que nos encontramos. La energía en nuestras sociedades lo es todo. Permite producir todos los bienes de consumo, muchos de ellos absolutamente innecesarios, pero que las grandes corporaciones de los dos bloques necesitan que consumamos para su beneficio. Pero también permite garantizar los servicios básicos que nuestra sociedad demanda, entre ellos la asistencia sanitaria. Frente al gasto militar y el consumo innecesario, prioricemos lo esencial: mantener cubiertas las necesidades básicas.
Esta guerra no es nuestra guerra, es una guerra de los poderosos contra los trabajadores/as y los excluidos. ¡Que se maten entre ellos!
Como defienden los zapatistas, “no apoyamos a uno ni a otro Estado, sino a quienes luchan por la vida en contra del sistema”.